Cuentan tantos cuentos, contando tantos me ha entrado ganas de inventarme un cuento y voy a contarlo.

Erase una vez una linda muchachita, Eva se llamaba, le gustaba pasear por la playa gaditana, un día andando por la orilla con relajación, encontró algo que le llamó la atención.

– ¡ Que sera eso! – exclamó – es un pez extraño, no se mueve, tendrá respiración.

Lo que vio la dejo fría y helada, era un ser extraño, nada en esa cosa rara cuadraba.

Eva se acercó, con la punta del dedo corazón lo tocó, respiraba, parecía dormido, pero de pronto un párpado levantó junto con la ceja en plan Carlos Sobera.

–  ¿Que eres? – pregunto Eva curiosa, pues la visión de ese lo que sea, parecía de otro planeta.

Aquel pez extraño comenzó a nadar por la orilla de la mar, con un par de coletazos su enorme boca abrió, y con un acento gaditano en plan viñero, a la chica le replicó.

– ¡Esta claro resala!, tengo cola, aletas y escamas, nado por la orilla, ¡soy una cucaracha!- contesto con ironía y prosiguió con caradura y picardia.- Soy un besugo, como yo ninguno más grande y lustroso, por muchos mares que navegues siempre seré el más hermoso.

Eva no salía de su asombro, ¿desde cuando los besugos hablan y poseen cabellera?, porque mientras hablaba sacudía su preciosa melena mojada, de un tono castaño con algunas rastas doradas, su cabello surfero quemado por el sol y el salitre, y a pesar de todo una melena bien cuidada que envidia daba.

– No me la das besugo vacilón, los peces no hablan ni peinan rastas.

– Ayy pequeña incrédula, ¿te cuento una historia? – dijo el besugo mientras que con su aleta sacaba del hueco de una escama un librito de papel de fumar, marca “Acuaticus”, se lió un cigarrillo y le ofreció a Eva una calada. – Toma guapi.- le extendió el pitillo mientras que le decía.- es alga espirulina de la buena, actúa como viagra marina, no veas como le dan al tema las sardinas.

Eva con asco el cigarrillo rechazó y quería saber impaciente el porqué ese besugo era tan resultón.

– ¡Que impaciente eres chiquilla!, te cuento raudo y veloz, yo era un guapo surfero que bailaba con las olas, ligaba con el viento, hasta que un hada feminista de mi se enamoró, yo no quería na con ella y unos polvos raros de esos me echó. – tras un suspiro de resignación el besugo con su historia continuó. – como me gustaba el mar en besugo me convirtió, menos mal que el pelo y la voz me la conservó, aquí estoy esperando a alguien que me quiera con este enorme cabezón.

– ¡Oh pobre besuguito!.- dijo Eva mientras le acariciaba el flequillo.- de ti me enamoro yo, me gusta el surf, tu pelo, del pescao me lo como to.

Dicho esto Eva lo abrazó y entre rayos y centellas en tío bueno se convirtió.

Cogidos de la mano se fueron los dos, camino a casa de la chica donde vivirían su amor.

Pasaron los días en que la convivencia fue un horror, era insoportable ese petardo vacilon.

El tío bueno se miraba al espejo en cualquier momento, se pasaba las horas con la plancha del pelo, miraba a las chicas con desprecio pues se creía único en su genero, poseía un cerebro de chorlito, solo hablaba de sus musculitos, adicto a la viagra porque tan solo la ceja levantaba de tantos esteroides que se inyectaba, se depilaba hasta las piernas y con el botox le hacia competencia hasta a Carmen de Mairena.

Pasaba el día con faja de sauna y le mangaba a Eva los tangas, usaba su hidratante y se bañaba en crema de masaje.

Se pasaba con el bronceador, y si salían para desayunar, tardaba tanto en arreglarse que lo que hacían era cenar.

Eva estaba ya harta, para que quería un hombre así que nada le aportaba, una chica bella e inteligente no necesitaba a un Ken inerte.

Todas las noches Eva deseaba que apareciera aquel hada, para que se fuera de su vida aquel mamarracho que la exprimía, una oración con devoción repetía.- Por favor apiádate, sacalo de mi casa, que se ha acoplao como una lapa.

Una noche estrellada el hada apareció y con una sonrisa le otorgó un deseo mejor.

En el salón de la casa de Eva un precioso acuario colocó, con piedras de colores, corales, algas, y de agua de mar lo llenó, estaba muy completito no le faltaba ni el termostato y hasta un espejo le incorporó.

Se dirigió el hada hacia el surfero que estaba durmiendo, con una mascarilla de pepino para que no se le arrugara los ojitos.

Le roció con unos polvillos y volvió a convertirlo en aquel besugo que siempre debió de haber sido.

Eva estaba feliz y contenta con una mascota que no le daría problemas, durante el día le encendía la luz del acuario, de noche lo alimentaba y le ofrecía algas para que fumara, en el fondo no quería que el besugo perdiera la alegría.

Era un ambiente de armonía, siendo besugo era inteligente y conversaban constantemente, quien necesita a un hombre gilipollas teniendo una mascota.

Y así Eva vivió en felicidad con un besugo en el acuario y sin un novio descerebrado.

Colorín colorado este cuento se ha acabado.

FIN